domingo, 1 de febrero de 2009

ENSAYOS

APROXIMACIÓN A LA VIDA COTIDIANA EN CRONICA DE UNA MUERTE ANUNCIADA


Por: Jorge Andrés Monroy Quintero


1. CRONICA DE UNA MUERTE ANUNCIADA. ENTRE HISTORIA Y LITERATURA.

Es tan actual como complejo el problema que plantea la investigación histórica en el terreno de la literatura, y los encuentros - desencuentros entre los discursos de la literatura y la Historia.

Las primeras historias escritas en la antigüedad eran verdaderas obras literarias. En la edad media los cantares y epopeyas contaban las obras de los grandes héroes de la humanidad y eran a la vez discursos apreciables desde el punto de vista estético como historiográfico. Sin embargo, poco a poco, se fue intensificando un proceso de desvinculación tardía entre historia y literatura, a finales del siglo XVIII y, sobre todo, durante el XIX, con el objeto de darle a la Historia status científico. Se consideraba que la historia debía no solo dar cuenta de los hechos históricos sino dotarlos de una explicación producto de la aplicación de un método específico. Cada vez más se ampliaba entonces la brecha entre Historia y literatura, entre explicación y creación, en último sentido, entre ciencia y arte.

Durante todo el siglo XX se desarrolló la historiografía bajo este principio indebatible de que la explicación era algo opuesto a la narración, y se entendió también como distinta la noción de realidad que se le daba a los hechos explicados por el discurso histórico y la noción de irrealidad aplicada a las acciones de la ficción literaria. Sin embargo, investigaciones recientes en el terreno de la filosofía de la historia (Paul Ricoeur), la lingüística y el método histórico (Hyden White), la teoría de la comunicación y la hermenéutica (Habermas), han iluminado nuevos horizontes analíticos entorno a este viejo debate que parecía estar superado hace un siglo.

Se plantea en términos generales una crisis de la Historia de acuerdo a su concepción tradicional y se discute la idea según la cual la disimetría entre la “realidad” del pasado y la “irrealidad” de la ficción es total.

La tesis dominante de tiempo y narrativa de Paul Ricoeur, uno de los pilares teóricos de esta tendencia, es que “la temporalidad es la estructura de la existencia que alcanza el lenguaje en la narratividad, y que la narratividad es la estructura del lenguaje que tiene a la temporalidad como su referente último”[1]. Lo que se esta planteando entonces es la naturaleza narrativa del propio tiempo, esto es, de los acontecimientos históricos. No se trata de que el historiador dote de estructura narrativa a los acontecimientos sino que éstos mismos poseen dicha estructura lo cual de entrada justifica que el historiador considere al relato como una representación válida de estos acontecimientos[2].

Ricoeur no plantea la relación entre Historia y Literatura en términos excluyentes, todo lo contrario, afirma que tanto uno como otro pertenecen a la categoría de “discursos simbólicos”[3]. Aun cuando la diferencia inmediata entre historia y literatura este dada por su referente inmediato, esto es, los acontecimientos reales y los acontecimientos imaginarios respectivamente, ambos comparten un referente ultimo, al que llegan por caminos y bajo dialécticas distintas, que son las estructuras de temporalidad[4].

En la crítica al concepto de realidad aplicado a la materia de trabajo del historiador, Ricoeur afirma que la función de la reconstrucción histórica es, sobre todo, la de representancía (volver a presentar a manera de imagen lo que ya no es observable) la de lugartenencia (generar una sensación espacio temporal de observación del acontecimiento ya sido) y la de saldar una suerte de deuda que tiene el hombre del presente con el hombre del pasado[5].

De igual modo critica la noción de irrealidad aplicada a la materia de trabajo del literato. Para este caso, las funciones de representancia y lugartenencia encuentran su contrapartida en la funciones de revelación (sacar a la luz los rasgos ocultos pero ya inscritos en el meollo de nuestra experiencia práctica) y de transformación (el examen de la vida hecho por la literatura la cambia, la vuelve otra) de la literatura. De acuerdo con estas funciones, dice Ricoeur, se comprueba que “descubrir e inventar son indiscernibles”[6].

El camino hermenéutico cuyo punto de partida son las críticas anteriores y sus nociones respectivas pasa por la noción de aplicación tomada de Habermas y usada también por Ricoeur como apropiación. En principio, se admite que la obra literaria tiene una capacidad de apertura y una necesidad de trascendencia propias. Sin embargo es mediante una vinculación entre el mundo del texto y el mundo del lector que esta apertura se completa. De acuerdo con la terminología de Ricoeur es en este encuentro en el que la configuración del texto se trasciende en refiguración. La pregunta entonces es ¿cuál es el vehículo, el mecanismo, el puente, entre el mundo del texto y el mundo del lector, para que se haga hermeneuticamente posible la aplicación o apropiación del texto, esto es, la trascendencia de configuración en refiguración? La respuesta es: la lectura. El fenómeno de la lectura es el que hace posible la vinculación entre el mundo configurado del texto y el mundo refigurado del lector[7].

Por medio de la dialéctica propia de la lectura se establece el puente comunicativo entre el autor, el texto y el lector, tres mundos distintos y específicos cuyo encuentro produce la llamada mimesis III en la que Ricoeur encuentra que la literatura da cuenta, en cuanto discurso simbólico, de las estructuras de temporalidad.

1.2 ALGUNOS APUNTES SOBRE RETORICA DE LA FICCION Y ESTETICA DE LA LECTURA EN CRONICA DE UNA MUERTE ANUNCIADA.

Los estudios mas recientes de crítica literaria han desplazado el estudio de una psicología del autor por el estudio de las estructuras semánticas del texto. Hablar entonces del autor en un análisis critico de una obra literaria, de acuerdo con Ricoeur, no es regresar a antiguas líneas temáticas de la critica literaria, sino que se trata es de quitar el paréntesis que los análisis estructurales ponen a la estrategia de persuasión del autor como objeto de estudio.

Las estrategias de persuasión están relacionadas con las técnicas que usa el autor para que una obra sea comunicable, y en este sentido, pertenecen a una retórica de la ficción. El autor, en la medida que usa estrategias de persuasión, se hace cada vez más distante y su presencia se advierte a la manera de un asomo que Ricoeur aborda bajo la categoría de autor implicado[8].

En crónica de una muerte anunciada, Gabriel García Márquez se configura en autor implicado en la medida que usa una voz narrativa distinta a la suya propia, es decir, escoge como narrador a un personaje que cuenta la historia en primera persona. Nada mejor que contar la manera como se comete un crimen en un pueblo de la costa norte colombiana que por medio de un testigo, más aun si dicho testigo, de acuerdo con las visicitudes del texto, tiene vinculaciones estrechas con los protagonistas de la acción (amigo de la víctima y hermano de la prometida de la víctima). De igual manera es importante la sugerencia permanente en el texto del hecho de que el narrador-personaje realiza una pesquisa a la manera del cronista (técnica bien conocida por García Márquez ya que fue la crónica la que le sirvió no solo para vivir en tiempos del espectador antes de Rojas Pinilla, sino para afinar la pluma y la técnica del realismo mágico), por medio de charlas personales con las personas implicadas en el crimen por honor de Santiago Nasar a manos de los gemelos Vicario, y de la documentación judicial que se levantó con motivo del acto criminal. Por último, habría que agregar como un elemento estructural importante de persuasión, ya no para la verosimilitud de la lectura y su efecto practico de refiguración, sino para la seducción literaria, el recurso maravilloso del Nóbel de iniciar la novela contando el meollo de la acción (“el día que lo iban a matar, Santiago Nasar se levantó a las 5:30 de la mañana para esperar el buque en que llegaba el obispo.”) Como él mismo admitiría en una entrevista posterior, el lector con esta frase queda atrapado en la red del autor porque sabe el qué de la acción (que al protagonista lo van a matar), y tiene entonces que leer toda la novela para saber el Cómo (la manera como sucede el asesinato).

Se entrecruzan dos nociones sugeridas por Ricoeur, la de autor implicado y la de narrador digno de confianza. En efecto, la estrategia de persuasión de García Márquez reducida a estos tres elementos, resulta de una efectividad abrumadora. El lector se deja persuadir de que, efectivamente, la persona que le cuenta la historia del crimen es alguien que tiene testimonios y cercanías directas, de primera mano, sobre la manera como ocurrieron lo hechos. Estamos entonces frente a lo que Ricoeur denomina narrador digno de confianza, el cual, en este caso, es el portador de la voz narrativa mediante la cual se configura también el autor implicado, como estrategia de persuasión retórica.

Ahora bien, en el terreno de la estética de la lectura, encontramos que se fija la atención en los lugares de indeterminación de la obra y la concreción imaginadora del lector, cuya relación permite comprender la respuesta y el efecto individual de la obra mientras se cruza el puente tendido por la lectura entre el mundo del texto y el mundo del lector.

Ricoeur afirma que toda obra literaria, por más articulados que estén los puntos de vista esquemáticos, presenta lagunas o lugares de indeterminación que deben articularse en la concreción imaginadora del lector[9]. Esta afirmación es particularmente cierta en el caso de obras como el Ulyses de Joyce[10] o Rayuela de Cortázar, en los que la estrategia de persuasión es precisamente la desilusión causada por la estructura de indeterminación permanente. En estos casos la obra, en el proceso de lectura, obliga al lector a asumir una actitud distinta frente al acto propio de leer, algo que Cortázar denominaría el lector macho, activo, que se enfrenta a la obra lleno de expectativas. Para Ricoeur son precisamente esos horizontes de espera los que entran a dialogar con la estrategia de persuasión del autor en el proceso de refiguración.

García Márquez, en crónica de una muerte anunciada, no plantea desafíos de mayor dificultad al lector, permitiéndole de este modo entrar en las aguas mansas de la trama de una manera mas bien ingenua. En este sentido, el viaje del lector a medida que la lectura avanza es un viaje corto y sin obstáculos, un viaje en el que las sorpresas no delatan simbologías ocultas, donde las cartas están puestas desde el principio sobre la mesa y el lector siente tanta claridad imaginativa que jamás se pregunta la tremenda dificultad en la que se debió ver el autor al haber escogido esa estrategia de persuasión, ya que después de la primera línea y durante todo el trayecto del viaje literario, debe mantener en vilo eso que no se debe contar sino hasta cierto momento, eso que debe ser abordado desde los pliegues mas armónicos y estéticos de la trama.

Tiene en este sentido el autor ciertas ventajas que, a su vez, disminuyen el grado de dificultad de la lectura. En primer lugar el hecho de que la acción cronológica se desarrolle en dos días, y la acción específica se desarrolle en prácticamente dos horas. Esta circunstancia evita que la obra esté dotada de una estructura temporal complicada, y que el lector se extravíe de pronto en el transcurso de la lectura. En segundo lugar se puede decir que los lugares de indeterminación son prácticamente inexistentes. En el caso de la lectura realizada por quien escribe, surgió solamente una pregunta que se vino a resolver al final de libro y era ¿porqué Santiago Nasar nunca sospechó que lo iban a matar si había sido él el autor del desfloramiento de Ángela Vicaro, la esposa devuelta por tal motivo? Por supuesto este lugar de indeterminación no podía quedar sin resolver por García Márquez porque hubiese desvirtuado enseguida la verosimilitud de todo el relato, y en los capítulos finales se hace referencia entonces a las sospechas de que Santiago Nasar no hubiese sido el autor del hecho, sospechas siempre desmentidas por Ángela Vicario hasta estar bien entrada en años. Queda el manto de la duda y la posibilidad de que el lector asuma con estas evidencias el camino de una verdad inconclusa que se sitúa en el centro mismo del argumento de la obra.

2. VIDA COTIDIANA EN CRONICA DE UNA MUERTE ANUNCIADA.

Siguiendo la propuesta de Ricoeur retomada por Hyden White de que tanto la Historia como la Literatura hacen parte ambos de la categoría de discursos simbólicos cuyas diferencias se centran en su referente inmediato (los acontecimientos reales y los ficticios) y cuya cercanía esta dada por el referente ultimo del que dan cuenta, es decir, las estructuras de temporalidad, vamos a situarnos en este punto de partida para hacer una lectura crítica de los elementos de la vida cotidiana que están contenidos en la novela crónica de una muerta anunciada.

No se pretende hacer una lectura directa de la obra literaria como si se tratara, en efecto, de una crónica referida a hechos reales. De hecho, se parte del principio de que la acción que se desarrolla en la novela no hace parte de lo que conocemos como pasado real. Sin embargo, si situamos nuestra atención en la noción de mundo del autor, tal y como ya se hizo con el mundo del texto y el mundo del lector se presenta ante nosotros el primer elemento legitimador de la lectura crítica que se quiere realizar.

García Márquez nació en un pueblo de la costa norte colombiana. Fue educado dentro de la cultura costeña y según el mismo reconoce, su facilidad de verbo como las historias que cuenta son producto de aquellos años de infancia y juventud en los que aprendió el arte de la oralidad o la transmisión de relatos de generación en generación. Podemos afirmar con seguridad que la materia de la que se nutre su literatura es precisamente la vida social y cultural de los pueblos de la costa caribe colombiana, con los trazos evidentemente amplificadores de un conocimiento profundo de nuestra historia política y de nuestros problemas estructurales como nación.

García Márquez no es el tipo de narrador de ficciones absolutamente imaginarias, oníricas, simbólicas o fantásticas. A la manera de William Faulkner, que contó la realidad de los pueblos del sur de los Estados Unidos, o de Ernst Hemingway, que es uno de los mejores narradores del mar y de la vida que transcurre en ese contexto, García Márquez es, ante todo, un tejedor de las historias propias de nuestra cultura relatadas con un toque de simbolismo, humor y fantasía que lo sitúan justamente en el terreno del realismo mágico.

El argumento de crónica de una muerte anunciada es bastante sencillo. Un día del mes de febrero de un año que debe situarse en los primeros del siglo XX, en un pueblo de la costa norte colombiana, una mujer joven, en edad casadera, llamada Ángela Vicario, contrae nupcias con Bayardo San Román, hijo de un militar de alto rango y de una mulata de curazao, que había llegado al pueblo buscando esposa. La fiesta tuvo a todas las personas, pudientes y pobres, reunidas durante dos días en la que fue la mejor y más grande fiesta de bodas en la historia del pueblo. La noche en que se iba a consumar el matrimonio el esposo comprobó que su mujer no era virgen, y ante la afrenta hecha a su honor, no pudo más que devolverla a la casa de sus padres justo la mañana siguiente de la fiesta de bodas. Esa mañana también llegaba el obispo en un buque a hacer una visita al pueblo de Dios y las gentes se reunieron en el puerto a esperarlo. También quiso hacerlo Santiago Nasar, de ascendencia árabe, miembro de una familia aristocrática local, famoso por su manía de desflorar vírgenes pobres y ser un hombre prematuramente dotado de gran fortuna. En los instantes en que se preparaba para salir a esperar al obispo, la novia devuelta ya había confesado que había sido él el autor de su desfloramiento, así que los hermanos de ésta, los gemelos Vicario, a esa hora de la mañana estaban buscando a Santiago Nasar para matarlo. Por medio del rumor que caracteriza la vida de pueblo, todas las personas se enteraron que los hermanos Vicario iban a matar a Santiago Nasar, menos él y su familia. Así que no pudo evitarse la tragedia y, en la mitad de la plaza, una hora después de levantarse con la resaca de la parranda de bodas para esperar al obispo, Santiago Nasar fue asesinado a cuchillo por los hermanos Vicario.

La novia y su familia se fueron del pueblo y no volvieron nunca más. Los hermanos Vicario purgaron la condena que les prescribió la ley por haber asesinado a un hombre. El acaudalado esposo abandonó la quinta que había comprado para vivir con Angela Vicario y también se marchó para siempre. La historia, de acuerdo con la ficción del relato, fue rescatada por el hermano de la mujer que se había comprometido con Santiago Nasar días antes de su muerte, quien se dedicó a reunir testimonios y a recoger información judicial para elaborar la historia que cuenta el relato.

Presentado el panorama de la acción que se desarrolla en la novela, vamos a situarnos ahora en los elementos de la vida cotidiana que se pueden extraer del relato. Si bien la construcción de los personajes es impecable, contamos con la fortuna de que García Márquez no es el tipo de autor que use como técnica dentro de su estrategia de persuasión, al menos en crónica de una muerte anunciada, la profundización psicológica y entronizante de los personajes que extraen, en otros casos, al lector de la acción que se desarrolla en un espacio y un tiempo determinados, para situarlo en el mundo de la psique del personaje. Esto no quiere decir que el texto deje de ser reflexivo, sino que el autor remite esta voluntad especulativa al terreno del lector, en la medida que trata de que el distanciamiento del autor sea tan sutil y profundo que parezca que la vida se cuente a si misma, simplemente suceda, y se desarrolle de la mano de un estilo que tiene la virtud de tomar de la mano la imaginación del lector sin que éste mire a los ojos al autor mismo, sino al mundo posible que le esta presentando.

Esta característica es importante porque quiere decir que el autor no escatima en descripciones, pormenores físicos, geográficos y espaciales, así como en acercamientos a las costumbres e idiosincrasia de conjunto, luego las referencias a aspectos de la vida cotidiana en la que se mueven los personajes y la acción son de alta recurrencia y utilidad para el tipo de lectura que se quiere hacer desde el enfoque histórico-literario en el presente trabajo.

En las siguientes líneas se van a abordar los elementos de la vida cotidiana presentes en la obra crónica de una muerte anunciada, desde tres puntos de vista: urbano, familiar y social.

2.1 VIDA URBANA. LA CASA Y EL PUEBLO

García Márquez no explicita nunca en que momento histórico exacto se desarrolla la obra. Sin embargo, hace referencias a circunstancias que bien pueden servir para situar aproximadamente el tiempo cronológico de la misma. Un dato importante a este respecto es el hecho de que Santiago Nasar conocía el cine[11] y que el pueblo de hecho contaba con un espacio acondicionado para este espectáculo audiovisual[12]. El otro tiene que ver con la referencia a los últimos años de las guerras civiles en Colombia, época en la que había arribado la primera generación de los Nasar a territorio nacional[13].

El cine en cuanto exploración visual nació a finales del siglo XIX con los experimentos a partir de fotogramas realizados por los hermanos lumiére en Francia, y la última guerra civil que se libró en Colombia fue la guerra de los mil días, cuyo término se sitúa en el año de 1902 con la firma del tratado de Wisconsin[14]. Santiago Nasar pertenecía a la segunda generación de una familia inmigrante árabe y bien se puede suponer entonces que a sus veintiún años, época en la que se desarrollan los acontecimientos de la ficción literaria, transcurría la tercera década del siglo XX.

Tampoco refiere el autor el nombre y la situación geográfica precisa del pueblo[15] en el que se desarrolla la novela. Algunos apuntes de la trama nos dan la imagen de que se trata de un pueblo cercano al río Magdalena en una época en que aún tenía importancia la navegación fluvial[16] como medio de transporte. Por otro lado, para resolver el asunto judicial del crimen de Santiago Nasar, se dice que hubo la necesidad de que viniera un juez desde Rioacha[17].

Baste con que sepamos que, espacialmente, se trataría de un pueblo con salida al río Magdalena y perteneciente a la jurisdicción costera de la administración de justicia, y que temporalmente, se situaría en la tercera década del siglo XX, para comenzar a reconocer los elementos de la vida cotidiana (navegación fluvial, economía pesquera, vegetación, clima e incidencia de éste en las pautas de vestido y costumbres en general, así como en la arquitectura, alimentación e idiosincrasia) de los que da cuenta la obra.

La vida urbana en este pueblo que nos presenta García Márquez esta relacionada con la estructura y distribución de los espacios públicos y privados en los que se desarrollarían las actividades cotidianas.

La casa era el lugar en donde la familia tenía su asiento permanente, pero como es de esperarse, no eran todas las casas iguales y esto dependía del nivel social o económico de la familia. El caso de los Nasar era el de una familia acaudalada. Su casa se construyó sobre una antigua bodega de dos plantas que ibrahim Nasar habría adquirido a su llegada como inmigrante al pueblo. La casa estaba construída “con paredes de tablones bastos y un techo de cinc de dos aguas, sobre el cual velaban los gallinazos por los desperdicios del puerto”[18].

La distribución de los espacios al interior de la casa de los Nasar fue decidida por el patriarca de la familia. En la primera planta se encontraba un gran salón “que servía para todo”[19], al fondo del cual había una caballeriza con capacidad para cuatro bestias, los cuartos del servicio y una gran cocina que García Márquez describe como una “cocina de hacienda, con ventanas hacia el puerto, por donde entraba a toda hora la pestilencia de las aguas”[20]. El salón estaba dominado por una escalera en espiral que daba a la segunda planta en la que había dos dormitorios con capacidad para cinco camarotes, y un balcón de madera “sobre los almendros de la plaza”[21]. La fachada conservaba la puerta principal junto a la cual se encontraban dos grandes ventanales de cuerpo entero. Al fondo de la casa había otra puerta, más alta que la de la entrada, para permitir el paso de los caballos, y más allá se encontraba en servicio un muelle. Por esta puerta se podía entrar a las pesebreras y la cocina[22].

Los materiales de la edificación connotaban la importancia social de la familia que la habitaba. La cercanía a dos puntos nodales de reunión social tales como el puerto sobre la vía fluvial de transporte por la parte anterior, y la plaza central por la parte posterior de la casa, dan cuenta del nivel y la importancia en la jerarquía social de la familia Nasar. Los espacios de la casa también nos remiten a la idea de que las personas de alcurnia usaban el caballo como medio de transporte urbano, y también a la adecuación de zonas para los animales (gallinas y caballos) al interior de la misma. De igual modo el servicio doméstico estaba ubicado en la cercanía de la cocina y de las caballerizas en las que transcurriría su labor cotidiana, mientras que en la segunda planta, alejados del ajetreo de la cocina, se encontraban los patrones y miembros de la familia, circunstancias que nos ponen frente a una distribución social y laboral del espacio privado al interior de la casa.

Sobre la distribución social del espacio público urbano a partir de la cercanía o lejanía de la plaza central da cuenta el hecho de que, a diferencia de la anterior, la casa del narrador, hermano de la mujer que se compromete con Santiago Nasar días antes de su muerte y miembro de una familia mas modesta, estaba ubicada “lejos de la plaza grande, en un bosque de mangos frente al río”[23], pero no cerca del puerto. También alejada de la plaza central y propia de una familia modesta, la casa de los Vicario era de una sola planta, con espacios destinados al mantenimiento de animales (gallinas y cerdos) y árboles frutales[24] que se encontraban en el patio, mientras que “el interior de la casa alcanzaba apenas para vivir”[25].

La vida urbana en el pueblo que se desarrolla la novela tiene ventajas de transporte fluvial, con un puerto ubicado en la piel del río Magdalena, y contaba con alumbrado público[26]. Es un indicador de desarrollo de la navegación fluvial la referencia de que “por aquella época, los legendarios buques de rueda alimentados con leña estaban a punto de acabarse, y los pocos que quedaban en servicio ya no tenían pianola ni camarotes para la luna de miel”[27]. La plaza central (donde ocurrió el asesinato) era el centro de reunión social más importante y alrededor de ella se ubicaban los poderes locales: iglesia y ayuntamiento. Se hace referencia también en una conversación entre los aristócratas locales a la necesidad histórica de transporte alternativo al fluvial mediante la construcción de un ferrocarril hacia el interior[28] del país, necesidad propia de finales del XIX en Colombia, que empezaría a subsanarse bajo la influencia de los ferrocarriles norteamericanos y mediante la compra de materiales norteamericanos para su construcción, con muy poca experiencia administrativa y fracasos constantes.

2.2 VIDA FAMILIAR. ROLES DE GÉNERO, HONOR Y MATRIMONIO

El segundo tópico de la vida cotidiana al que nos vamos a referir es la vida familiar. Sobre todo nos interesa abordar el tratamiento que hace el autor sobre el tema de la formación de roles de género al interior de la familia y el tema de la institución matrimonial relacionada con el honor.

Se pudo reconocer en la obra una división sexual de actividades laborales y cotidianas. Las mujeres jóvenes de la obra aprendían las labores propias del hogar tales como la cocina, el bordado y la formación de los hijos en los primeros años. Los hombres, por su parte, eran educados para el trabajo y mantenimiento de la familia. Santiago Nasar, por ejemplo, al enviudar su madre, tuvo que asumir el control de los negocios familiares a los 21 años, sin haber terminado sus estudios.

Describiendo la labor de los padres Vicario en la formación de sus hijos e hijas dice García Márquez que “las dos hijas mayores se habían casado muy tarde…los hermanos fueron criados para ser hombres, ellas habían sido educadas para casarse. Sabían bordar en bastidor, coser a máquina, tener encaje de bolillo, lavar y planchar, hacer flores artificiales y dulces de fantasía, y redactar esquelas de compromiso”[29].

El autor hace referencia a ciertos rasgos de personalidad y costumbres heredados por Santiago Nasar que definen en cierto modo la función y las características del hombre y de la mujer en la familia cuando afirma “de ella (o sea, de la madre) heredó el instinto. De su padre aprendió desde muy niño el dominio de las armas de fuego, el amor por los caballos y la maestranza de las aves de presa altas, pero de él aprendió también las buenas artes del valor y la prudencia”[30]. Se identifica en este punto valores femeninos y masculinos en el ámbito familiar: a la mujer con el instinto y al hombre con el valor, la defensa y la prudencia. Estos valores (instinto y defensa) involucran también una división espacial de las funciones masculinas y femeninas referidas las primeras al ámbito público (social) y las segundas al ámbito privado (familiar).

Algunos momentos de la obra permiten apreciar las tensiones entre la relación de género y la relación de clase. En el tratamiento de este tema se puede leer no solo una suerte de subordinación tradicional de la mujer al hombre, sino una subordinación de la mujer pobre al hombre rico mediada por una vinculación laboral de tipo doméstico y caracterizada sobre todo por una coerción sexual.

Esta circunstancia en la obra aparece como un patrón generacional de comportamiento cuando se cuenta que no solo la hija de la sirvienta estaba siendo víctima de los acosos de su amo y “se sabía destinada a la cama furtiva de Santiago Nasar” sino que su madre “había sido seducida por ibrahim Nasar en la plenitud de la adolescencia. La había amado en secreto varios años en los establos de la hacienda, y la llevó a servir en su casa cuando se le acabó el afecto”[31].

La institución matrimonial era un lugar común al que toda persona decente apegada a las buenas costumbres debía llegar tarde o temprano. En el seno de la familia se inculcaban, como se ha dicho ya, los valores considerados esenciales para que el matrimonio tuviese un futuro promisorio. Las circunstancias en que el autor relata la vida matrimonial de los personajes femeninos revelan una clara sumisión al esposo y a las labores hogareñas. Sobre la formación de las hijas vicario para el matrimonio se encuentra en un párrafo esta frase lapidaria: “cualquier hombre será feliz con ellas porque han sido criadas para sufrir”[32]. En otras palabras, el autor revela que el matrimonio exitoso es aquel en que el sufrimiento de la mujer es directamente proporcional a la felicidad del marido.

El argumento de la obra gira entorno al asunto de la institución matrimonial, sus condiciones e importancia. El matrimonio entre Ángela Vicario y Bayardo San Román había sido concertado por la familia, concertación en la que había predominado la opinión de los hombres[33]. Se evidencia entonces la inexistencia de la libertad de decisión de la mujer para elegir el hombre con el que iba a compartir el resto de su vida, en la medida que las motivaciones del matrimonio se relacionaban con el establecimiento de una sociedad económica de importancia, y la mujer en este contexto no era mas que un instrumento para tal fin, quedando su opinión al respecto sujeta a los intereses familiares.

Llama la atención también, y este parece ser el punto central de la vida cotidiana en el argumento, el hecho de que se identifica en el ambiente temporal de la obra la virginidad conservada para el matrimonio con “la honra”[34] y “el honor”[35]. Este honor sin embargo, no era solamente el honor de la mujer, sino también de su familia y del esposo. El honor era considerado entonces casi como una propiedad o un tesoro moral de todas las personas cercanas a la mujer involucrada en el proceso matrimonial. Era tal la importancia del honor así entendido, que justificaba conductas criminales como una manera de ejercer la justicia. En otras palabras, valores culturales y morales legitimaba una manera de ejercer la justicia distinta de la justicia civil.

En términos generales podríamos decir que entran en contradicción entonces las nociones tradicionales del vasallo con la noción moderna de la ciudadanía, sin embargo, es este un punto en el que se suscita la reflexión entorno al problema de si realmente, esto es, históricamente, los procesos de la civilización y la resolución no violenta de los conflictos interpersonales era un principio del comportamiento en países en los que la modernidad no es un producto del desarrollo y la maduración locales sino de la imposición o de la adaptación.

En efecto, la obra nos muestra un crimen por honor que aparece en la ficción precisamente por ser una conducta recurrente en la vida cotidiana de, en este caso, los pueblos del norte de Colombia. Pero no es solamente una conducta propia de esta zona o esta región, sino de culturas patriarcales en las que se han entendido los roles de género de la manera como se ha mostrado estéticamente en la obra de García Márquez. No en vano relata el Nóbel que, en el proceso seguido contra los hermanos Vicario, “el abogado sustentó la tesis del homicidio en legítima defensa del honor, que fue admitida por el tribunal de conciencia, y los gemelos declararon al final del juicio que hubieran vuelto a hacerlo mil veces por los mismos motivos”[36].

2.3 VIDA SOCIAL. EL VESTIDO.

Bajo la perspectiva social de la vida cotidiana nos interesa observar en la obra el tema del vestido. El acto de vestirse responde a una necesidades hoy considerada básicas en el individuo. En el caso de la obra de García Márquez que nos ocupa se evidencia claramente que vestirse tenía una importante significación social de acuerdo con la actividad para la que el individuo lo hiciera. No era lo mismo vestirse para dormir que vestirse para una fiesta o para una celebración religiosa, y no era lo mismo que un hombre se vistiera a que lo hiciera una mujer, un anciano o un niño. En la vestimenta de las personas se pueden leer en ocasiones simbologías ocultas en el color o las formas, simbologías que responden o respondían a determinadas creencias o patrones sociales.

En crónica de una muerte anunciada el acto de vestirse está asociado directamente con actividades sociales específicas: las fiestas. Encontramos varios tipos de fiestas o actividades de esparcimiento que involucraban a toda la comunidad en el pueblo: la celebración litúrgica, la fiesta de bodas, la visita del obispo, las fiestas patrias, las verbenas y el cine.

El protagonista de la obra, Santiago Nasar, la mañana en que iba a acontecer la visita del alto prelado al pueblo, “se puso un pantalón y una camisa de lino blanco, ambas piezas sin almidón, iguales a las que se había puesto el día anterior para la boda”[37]. Se trataba de una vestimenta especial: el material de la camisa no era de uso cotidiano y el color podía estar asociado a una simbología de limpieza o pureza espiritual, precisamente los valores que se buscaba reivindicar con la visita de un representante de Dios a un “pueblo olvidado”[38]. Ya lo aclararía su madre en entrevista con el personaje narrador de la obra, “era un vestido de ocasión. De no haber sido por la llegada del obispo, se habría puesto el vestido caqui y las botas de montar con que se iba los lunes a El divino rostro, la hacienda de ganado que heredó de su padre”[39], y que eran las prendas de verdadero uso cotidiano para labores propias de un capataz: botas para montar a caballo y caminar parajes agrestes sin mayores contratiempos, y vestido del color de la naturaleza.

Si Santiago Nasar, que era un hombre de alcurnia, se había vestido de camisa y pantalón para la noche de bodas, los hermanos Vicario, de extracción mas humilde, lo habían hecho de paño oscuro, atuendos descritos por el autor como “demasiado gruesos y formales para el caribe”[40].

El ataviaje cotidiano de un hombre adinerado implicaba muchas arandelas de las que carecía el diario ajuar de un hombre del común. Por ejemplo, Bayardo San Román, el acaudalado hombre que había devuelto a la esposa, “había venido por primera vez…seis meses antes de la boda… (y) llegó en el buque semanal con unas alforjas guarnecidas de plata que hacían juego con las hebillas de la correa y las argollas de los botines”[41]. Esta era su manera cotidiana de vestirse, mientras que para el día de la boda, se vistió de esposo con “levita y chistera”[42].

De igual modo, su padre, el benemérito coronel Petronio San Román, cuando llegó al pueblo con motivo de la boda de su hijo, “llevaba un traje de lienzo color de trigo, botines de cordobán con los cordones cruzados, y unos espejuelos de oro prendidos con pinzas en la cruz de la nariz y sostenidos con una leontina en el ojal del chaleco”[43].

El abanico de la moda de élite de la familia San Román termina con el atuendo de las hermanas del novio el día de la boda, “cuyos vestidos de terciopelo con grandes alas de mariposa prendidas con pinzas de oro en la espalda, llamaron mas la atención que el penacho de plumas y la coraza de medallas de guerra de su padre”[44].

Años después del incidente de la boda y del asesinato de Santiago Nasar, Ángela Vicario se reencuentra con el que fue su esposo por menos de un día luego de haberle escrito infinidad de cartas que él nunca leyó, “y vio a Bayardo San Román en el resplandor del farol público, en la camisa de seda sin abotonar y los pantalones de fantasía sostenidos con tirantes elásticos”[45].

La víspera de la llegada del alto prelado al pueblo, “el coronel Lázaro Aponte…se vistió con calma, se hizo varias veces hasta que le quedó perfecto el corbatín de mariposa, y se colgó en el cuello el escapulario de la congregación de María para recibir al obispo”[46].

Reconocemos entonces en la moda del pueblo en que transcurre la novela marcadas diferencias sociales en la manera de vestir. Se consideraba por las personas de élite como materiales para ocasiones especiales el lino, el lienzo y el terciopelo, y por personas del común el paño. Asimismo, se pudo observar que el acto de vestirse no significaba nada por si mismo, sino que estaba asociado a un ritual en el que se tenía un sentido y un objetivo específico: demostrar el status social de la persona o los grupos de personas que lucían ciertas prendas y representar el misticismo social que había en el fondo de una fiesta o un acto comunitario.

3. CONCLUSIONES.

De acuerdo con las mas recientes investigaciones en el terreno de la filosofía de la historia, la teoría de la comunicación y la hermenéutica, pero sobre todo, desde el paradigma teórico de Paul Ricoeur sobre la relación entre historia y literatura, se ha asumido como punto de partida de la reflexión de este ensayo que la literatura y la historia se mueven ambos en el terreno de los discursos simbólicos en la medida que usan el lenguaje como único mecanismo de existencia y de posibilidad.

Si se comprende en toda su implicación la idea de que el lenguaje es el mecanismo de existencia y de posibilidad tanto de la literatura como de la Historia, se comprende también que la estructura de los acontecimientos reales y ficcionales es una estructura temporal, y es al mismo tiempo por ese motivo una estructura narrativa. La narratividad entonces esta inscrita en la manera de ser misma de lo temporal. La historia y la literatura, al apoyarse ambas en la experiencia humana de ser en el tiempo, comparten como referente último las estructuras de temporalidad.

La narratividad de la novela comprende el potencial encuentro de tres mundos: el mundo del texto, el mundo del autor y el mundo del lector. Es un encuentro potencial porque mientras el texto esta configurado en si mismo de acuerdo con la labor del autor de presentar un mundo posible, es solo en el encuentro con el lector que la obra se completa realmente, adquiere su ser mas trascendental. Esta fase de encuentro se denomina de acuerdo con Ricoeur refiguración.

El puente entre el mundo del autor y del texto, y el mundo del lector es la lectura. El fenómeno de la lectura hace que la ontología de la temporalidad inscrita en la obra trascienda. En este proceso el lector no juega un papel pasivo en la medida que tiene expectativas que se resuelven o se trasforman en el proceso de lectura.

De acuerdo con estos principios teóricos se ha podido establecer que el dialogo entre el mundo del autor, el mundo del texto y el mundo del lector la novela crónica de una muerte anunciada, es decir, el proceso de refiguración de la obra, es bastante dinámico en la medida que las estrategias de persuasión del autor lo permiten. No se encuentran lugares de indeterminación que planteen desafíos o complicaciones al lector, y la tendencia estética del texto hace factible que la lectura de cuenta de un mundo muy cercano a la realidad cultural e histórica del espacio y del tiempo del que se ocupa.

En la lectura crítica que se quiso llevar a cabo sobre los que se denominó elementos o componentes urbanos, familiares y sociales de la vida cotidiana en la novela crónica de una muerte anunciada de Gabriel García Márquez, se pudo observar con detalle que el estilo de este autor y las características propias de la corriente literaria en la que se inscribe, permiten captar con facilidad el ambiente cultural en el que tienen lugar las acciones que cuenta el relato.

Se pudo establecer que la vida urbana en la que transcurre la novela estaba caracterizada por una división social del espacio privado al interior de la casa y del espacio público en el pueblo. Estas diferencias se encontraron en la distribución de los espacios de la casa, donde la familia de alcurnia tenía la costumbre de ubicarse en lugares distintos y alejados a los que destinaba para el servicio doméstico y los animales. De igual manera, en el pueblo, la cercanía o lejanía a la plaza central y al puerto, sitios de importancia social, era un indicador del status de las personas que habitaban dichos sectores.

Se optó por relacionar el tema de la vida familiar con la formación en la familia de los roles de género y la institución matrimonial en relación con el tema del honor. Se encontró que el tratamiento de estos temas en la obra del Nóbel remite a ciertas pautas o patrones culturales. Al interior de la familia tradicional se inculcaban valores específicos y diferenciados para llegar al tan anhelado objetivo de estructurar personas aptas para emprender la tarea de formar nuevos hogares. En esta ruta de análisis, se pudo ver que se identificaba a la mujer con el espacio privado, el sufrimiento, la sumisión y las labores hogareñas, mientras que al hombre se lo identificaba con el espacio público, el valor, la defensa y el trabajo. También pudimos observar ejemplos de pautas generacionales de sometimiento sexual del hombre rico a la mujer pobre, basado en un vínculo laboral de tipo doméstico, sin que éstos entraran en contradicción con los valores tradicionales de la familia.

Se observó que la institución matrimonial era sobre todo un instrumento para establecer alianzas económicas y sociales favorables para las familias. La mujer, en este contexto, era el capital familiar con el que se podía cumplir este objetivo, y su opinión al respecto de su propio matrimonio era de carácter marginal frente a los intereses del esposo y de su familia.

El matrimonio, a su vez, estaba fundado en una noción particular del honor. El honor era entendido, de acuerdo con la lectura que se realizó, como un bien patrimonial de los familiares de la novia y en la misma medida del esposo, representado en la virginidad de la mujer que iba a se desposada. En este sentido, se consideraba una afrenta al honor de la mujer, de su familia, y de su futuro esposo, el hecho de que ésta no llegara virgen al matrimonio. Dicha afrenta justificaba cultural y moralmente actos de violencia contra la persona responsable de dicha deshonra. Aunque la legislación civil no contemplara la pena de muerte en este caso, el relato revela que hasta cierto punto comprendía como argumento válido para defenderse de una causa por homicidio el haberlo cometido en legítima defensa del honor.

Por último, se pudo observar que en el pueblo y el ambiente cultural en el que se desarrolla la obra, el acto de vestirse estaba asociado a la participación de los individuos en celebraciones comunitarias o fiestas de diversa índole. La moda propia de las personas de alcurnia no era la misma que la de las personas más humildes, de manera que el vestido se constituía en otro indicador de la diferenciación social en el pueblo. En resumen se pudo establecer que el acto de vestirse tenía un sentido y un objetivo específico: demostrar el status social de la persona o los grupos de personas que lucían ciertas prendas y representar el misticismo social que había en el fondo de una fiesta o un acto comunitario.


4. BIBLIOGRAFÍA

RICOEUR, Paul. Mundo del texto y mundo del lector. En: PERUS, Francois. Historia y Literatura. México: instituto mora, 1994. p 223 – 261

GARCÍA MÁRQUEZ, Gabriel. Crónica de una muerte anunciada. Bogotá: oveja negra, 1981. 122 p

JHONSON, David. Impacto social de la guerra de los mil días: criminalidad. En: revista Humanidades UIS, Vol. 24. Num. 2 (julio –diciembre de 1995) p 13 – 23

WHITE, Hyden. El contenido de la forma. Paidós: Barcelona, 1992





5. REFERENCIAS

[1] WHITE, Hyden. El contenido de la forma. Paidós: Barcelona, 1992. p. 181
[2] Ibídem
[3] Ibíd.. 185
[4] Ibídem
[5] RICOEUR, Paul. Mundo del texto y mundo del lector. En: PERUS, Francois. Historia y literatura. México: instituto mora, 1994. p223
[6] Ibíd.. p223
[7] Ibíd..p225
[8] Ibíd. P.227
[9] Ibíd..240
[10] Ibíd..p 242
[11] GARCÍA MÁRQUEZ, Gabriel. Crónica de una muerte anunciada. Bogotá: oveja negra,1981.p 12
[12] Ibíd..p30
[13] Ibíd..p 14 , 37
[14] JHONSON, David. Impacto social de la guerra de los mil días: criminalidad. En: revista Humanidades UIS, Vol. 24. Num. 2 (julio –diciembre de 1995) p 13 – 23
[15] Op cit. GARCÍA MÁRQUEZ, Gabriel. Crónica de una muerte anunciada...p 10. el autor usa desde el principio la denominación de “pueblo” para referirse al lugar en el que se desarrolla la obra. Aunque esta denominación no se toma en estricto sentido académico, sin duda parte de los elementos comunes que caracterizan la estructura urbana y social en este contexto.
[16] Ibíd..p 7
[17] Ibíd..p. 15
[18] Ibíd..p 14
[19] Ibíd..p 15
[20] Ibídem
[21] ibídem
[22] ibidem
[23] Ibíd..p 24
[24] Ibíd..p 44
[25] ibidem
[26] Ibíd..p 17
[27] Ibíd..p 20
[28] Ibíd..p 30
[29] Ibíd. p 35
[30] Ibíd. p 11
[31] Ibíd..p 13
[32] Ibíd..p 35
[33] Ibíd..p 38
[34] Ibíd..p 41
[35] Ibíd.. p 42
[36] Ibíd..p 53
[37] Ibíd. P 8
[38] Ibíd..p 10
[39] Ibíd..p 9
[40] Ibíd..p 18
[41] Ibíd..p 29
[42] Ibíd..p 45
[43] ibíd. p 37
[44] Ibíd..p 47
[45] Ibíd..p 51
[46] Ibíd..p 60

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